La bula pontificia, requería que la imagen fuera coronada con una corona de oro. La Virgen del Rosario poseía una desde 1700, mas debido a las expropiaciones, y para evitar cualquier saqueo o robo, fue enviada a España, bajo custodia de la Orden Dominica.
Para el acto se utilizó la misma joya, pero gracias al aporte económico de muchas familias católicas su número de piedras preciosas aumentó. Desde entonces, la corona posee no menos mil brillantes y no menos de 500 esmeraldas, asegura el procurador. En la parte frontal destaca un rosetón de brillantes, así como más esmeraldas, rubíes y topacios.
Por su valor y diseño, la imagen solo porta esta joya en ocasiones especiales. En octubre, mes dedicado a la Virgen del Rosario; en mayo, para la Festividad de la Rosa, y el 28 de enero, en el aniversario de la coronación.
Para el solemne acto, la Virgen del Rosario no solo estrenó su nueva corona. También un rosario de oro que en cada una de las cuencas tiene tallado el nombre y apellido de la persona o familia que lo donó.
Fueron estrenos también, el resplandor del Niño Dios y un cetro. A diferencia del resto de joyas pontificias, que reservan solo para ocasiones específicas, el cetro, que es de plata, sí lo utiliza durante todo el año.
Ajuar
Antes del 28 de enero de 1934, la Virgen del Rosario contaba con pocos ajuares. Por eso, para aquella ocasión fue ataviada con un diseño especial: una tunicela de terciopelo rojo, su color icónico, con un raso en crema.
El ajuar fue confeccionado en Guatemala por María Luisa Bran, importante bordadora de la época, y llamó la atención por diversos aspectos. Primero, por incluir dos colores y, segundo, por el tamaño de las rosas bordadas, de una dimensión mucho mayor a las que se acostumbraba en aquel tiempo.