Vestíos de luto, haced duelo, sacerdotes, gritad, servidores del altar.
Venid y pasad la noche en sacos, servidores de Dios,
pues no hay en el templo de vuestro Dios. ofrenda y libación.
Proclamad un ayuno santo, convocad la asamblea, reunid a los jefes, a todos los habitantes del país
en la casa de vuestro Dios y llamad a gritos al Señor.
¡Ay del día! Se acerca el Día del Señor, llega como ruina arrolladora.
Tocad la trompeta en Sion, gritad en mi monte santo, se estremecen todos los habitantes del país, pues llega el Día del Señor.
Sí, se acerca, día de oscuridad y negrura,
día de niebla y oscuridad, como el alba, sobre los montes, avanza un gentío innumerable,
poderoso como nunca lo hubo ni lo habrá tras él por generaciones.
Te doy gracias, Señor, de todo corazón,
proclamando todas tus maravillas;
me alegro y exulto contigo,
y toco en honor de tu nombre, oh Altísimo. R/.
Reprendiste a los pueblos, destruiste al impío
y borraste para siempre su apellido.
Los pueblos se han hundido en la fosa que hicieron,
su pie quedó prendido en la red que escondieron. R/.
Dios está sentado por siempre
en el trono que ha colocado para juzgar.
El juzgará el orbe con justicia
y regirá las naciones con rectitud. R/.
En aquel tiempo, habiendo expulsado Jesús a un demonio, algunos de entre la multitud dijeron:
«Por arte de Belzebú, el príncipe de los demonios, echa los demonios».
Otros, para ponerlo a prueba, le pedían un signo del cielo. Él, conociendo sus pensamientos, les dijo:
«Todo reino dividido contra sí mismo va a la ruina y cae casa sobre casa. Si, pues, también Satanás se ha dividido contra sí mismo, ¿Cómo se mantendrá su reino? Pues vosotros decís que yo echo los demonios con el poder de Belzebú. Pero, si yo echo los demonios con el poder de Belzebú, vuestros hijos, ¿por arte de quién los echan? Por eso, ellos mismos serán vuestros jueces. Pero, si yo echo los demonios con el dedo de Dios, entonces es que el reino de Dios ha llegado a vosotros.
Cuando un hombre fuerte y bien armado guarda su palacio, sus bienes están seguros, pero, cuando otro más fuerte lo asalta y lo vence, le quita las armas de que se fiaba y reparte su botín.
El que no está conmigo está contra mí; el que no recoge conmigo desparrama.
Cuando el espíritu inmundo sale de un hombre, da vueltas por Jugares áridos, buscando un sitio para descansar, y, al no encontrarlo, dice:
“Volveré a mi casa de donde salí”.
Al volver se la encuentra barrida y arreglada. Entonces va y toma otros siete espíritus peores que él, y se mete a vivir allí. Y el final de aquel hombre resulta peor que el principio».
El pueblo ha sufrido una gran catástrofe, Una plaga de langostas ha destruido las cosechas. El profeta Joel interpreta este hecho como castigo de Dios por la dejadez del pueblo en lo que quería ser la reconstrucción moral, después de la vuelta del destierro. Habían descuidado la vida de fe: “falta en el templo del Señor ofrenda y libación, Por eso el profeta Joel invita a que los sacerdotes convoquen a una jornada de penitencia.
Y comienza la llamada a la penitencia con los clásicos ritos penitenciales: duelo, ayuno y oración. El profeta quiere que todos clamen a Dios pidiendo su ayuda, no vaya a ser el día del juicio peor todavía que la calamidad recién sufrida. El día del Señor que era esperado en otros tiempos como día de consolación se torna en día de desolación. El “día del Señor” no será un día glorioso y lleno de luz, sino un día terrible y devastador de juicio y castigo ante el que nadie podrá resistir.
Somos nosotros los que hoy oímos esta invitación a la conversión, a volver a Dios. Unos más otros menos, todos somos débiles y pecadores, y necesitamos convertirnos. Todos podemos convertirnos a Dios desde nuestras mediocridades y perezas. No hace falta que seamos grandes criminales, La escucha de la Palabra que nos dirige Dios en la Eucaristía debería ayudarnos a recapacitar y reorientar nuestra atención a los valores fundamentales, que a veces descuidamos.
Jesús acaba de expulsar a un demonio. Ante este hecho hay tres reacciones: la de corazón limpio; que reconoce la acción de Dios por medio de Jesús y “se quedó admirada; a los que no les convencen del todo: quieren “una señal apocalíptica, aniquiladora de los enemigos de Israel; por último los que admiten lo evidente, la eficacia de sus exorcismos, pero afirman que “echa los demonios con el poder del jefe de los demonios” para confundir a la gente.
Este relato recoge el momento más duro de la polémica de Jesús con la autoridad religiosa de su pueblo. El afán de desprestigiar a Jesús les lleva al extremo de acusarle de expulsar los malos espíritus por pura magia. No se dan cuenta de que no tiene sentido acusar a Satanás, haciéndose la guerra. Por otra parte olvidan que los discípulos, que hacen lo mismo que Jesús, son personas que pertenecen al pueblo y no tiene sentido acusarles de magos.
Jesús rebate con toda lógica: “¿Satanás va a combatir contra Satanás? Yo echo los demonios con el dedo de Dios. El que no está conmigo, está contra mí”. El confirma: “Todo lo puedo en aquél me conforta”. Con la fe y disponibilidad ante el Espíritu, “donde haya odio haremos brotar el amor; donde haya tristeza, la alegría; donde haya guerra, la paz”.